Tim Bowers, radiofísico espacial
Sumario:
Noto un cosquilleo en los pies, pero no siento mis piernas, no sé qué me ocurre. Empiezo a sentir otro cosquilleo en las yemas de mis dedos, pero no puedo mover las manos. ¡Qué me ocurre! Una cefalea enturbia mi mente, no sé dónde estoy. Ha pasado un tiempo y comienzo a tener destellos de luces en […]
Noto un cosquilleo en los pies, pero no siento mis piernas, no sé qué me ocurre. Empiezo a sentir otro cosquilleo en las yemas de mis dedos, pero no puedo mover las manos. ¡Qué me ocurre! Una cefalea enturbia mi mente, no sé dónde estoy.
Ha pasado un tiempo y comienzo a tener destellos de luces en mis ojos, los abro, veo borroso, ya puedo encoger ligeramente mis extremidades, empiezo a oír sonidos, no los identifico, todo es muy confuso…
Empiezo a recordar datos. Me llamo Tim Bowers, doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Sydney, especializado en física médica. Trabajé durante siete años en el Northern Cancer Institute (NCI) de Sydney. Allí desarrollamos y patentamos un material que protegía de la radiación, alternativo al plomo, el ausradd. Qué tiempos aquellos, cuando hacia finales del 2015 decidí someterme al programa de criogenización del equipo del NCI junto con la Universidad. Tenía 39 años. Dejé claro que me reanimasen dentro de ocho mil millones de años, cuando el Sol se hubiera convertido en una enana blanca, tras pasar por gigante roja y reventar como una nova.
Para mi desgracia no se ha cumplido el contrato y me han despertado antes, justo una madrugada de abril de 2121. Apenas han transcurrido más de cien años, ¡qué demonios! Además sé que el proceso no es reversible, así que no podré volver a mi letargo. Me citan a una entrevista con el responsable de mi despertar, que me pondría al corriente de lo hechos.
-Hola, doctor Bowers. Por favor, tome asiento–dice mi entrevistador, un señor de unos sesenta años ataviado con una camiseta y pantalón celestes, ambos ceñidos al cuerpo, y con una amplia sonrisa-Soy el doctor Barham, director de la unidad de criogenización interplanetaria.
A mí eso de interplanetaria me suena bien, pero quiero saber más.
-Gracias, Dr. Barham, estoy ansioso por ponerme al día –digo intentando sentarme cómodamente en eso que él dijo asiento.
-Según su contrato firmado con esta Sociedad en el año 2015, se sometió al tratamiento experimental de criogenización, con una fecha deseada de reanimación de 8.000 millones de años más tarde. Le hemos reanimado antes de dicha fecha según la cláusula 21.1.3 –dice Barham, y levanta la vista tras acabar de leer el informe.
-Ahora vienen los esperados detalles –digo con curiosidad. Me moría de ganas.
-Efectivamente. En estos 106 años la investigación y los recursos se han volcado en la conquista espacial, buscando nuevos recursos minerales, energía y colonias espaciales. El hábitat de la Tierra ha sido definitivamente dañado y por tanto nos hemos visto obligados a buscar otro planeta al que mudarnos. Debo contarle que actualmente se está terraformando Europa –una luna de Júpiter- utilizando los recursos naturales de nuestra Luna. Hay una colonia espacial estable que orbita con el sistema Tierra y Luna, la cual ya hemos colonizado exitosamente.
-Madre mía, ¡en sólo un siglo! –Estoy alucinado de todo lo que me había perdido en tan poco tiempo- Pero, exactamente, ¿por qué se me ha reanimado? Yo aún no deseaba estar en este mundo.
-Ejem –carraspea y acto seguido se sube las mangas de la camiseta y se recuesta en el asiento- Todo esto ha conllevado a la creación de un único gobierno, con jurisprudencia en todos los hábitats con humanos, la Confederación del Sistema Solar (CSS). Según su legislación, a todas las personas que han sido criogenizadas se las puede reanimar si su utilidad es requerida en situaciones de emergencia. La necesidad de buscar nuevos hábitats y desalojar la Tierra es una prioridad. El programa espacial es costoso, pero obtiene sus frutos. Actualmente el blindaje frente a la radiación cósmica tiene sus deficiencias, por eso necesitamos de genios como usted en el equipo de investigación.
-¡Vaya! –exclamo un tanto asombrado por tanta información y por el halago-Creo que se me fuerza a volver a trabajar. Pero, ¿qué se espera de mí?. Con lo bien que estaba hibernando…
-Ahora nos encontramos en la colonia espacial denominada Pangea, en el punto L2 de Lagrange. Aquí se asignará un alojamiento y medios para que centre y forme. Somos conscientes del grave “jet-lag” por el que está pasando, jejejeje –añade graciosamente Barham. Me siento desubicado y a la vez excitado, es extraño.
-¿No tienen un audiovisual para hacerme un resumen?–digo con cierta angustia.
-Jajajajaja, tranquilo. Tómese su tiempo, tras el cual se deberá incorporar en uno de los escenarios que le he descrito. Su nuevo contrato depende directamente de la CSS y su categoría profesional se denomina “radiofísico espacial”. Bienvenido a Pangea, Dr. Bowers –se pone en pie y me tiende la mano con una medio sonrisa.
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Todo lo anterior ocurrió hace justo dos meses, durante los cuales me dediqué en exclusiva a ponerme al día del escenario actual del Sistema Solar, de los avances científicos, de las relaciones con los humanos y de mi situación personal. Ahora tenía que decidir dónde empezaba a trabajar, en qué proyecto. El paradigma había cambiado, estaba viviendo una película de ciencia ficción y la CSS requería de mis conocimientos.
El detonante de la conquista espacial fue la producción industrial del experimento de Pons y Fleischmann de 1989, la conocida fusión fría. ¡Por fin lo consiguieron! En la Tierra no hay problema para encontrar átomos de deuterio pero sí de helio-3. Pero en nuestra Luna el helio-3 se deposita en la superficie, transportado por el viento solar, y con mayor concentración en la zona ecuatorial. Así que una vez resuelto el problema de la colonización espacial, que luego explicaré, se produjo la “ocupación” de la Luna.
El primer lugar donde hubo un asentamiento humano en la Luna fue en el Polo Norte, cerca del cráter Peary, ya que la luz solar era más o menos constante y la temperatura rondaba los -50ºC, temperatura similar que soportaban las antiguas bases científicas en la Antártida. En el interior de dicho cráter había una gran reserva de agua congelada, además de significativos depósitos de hidrógeno; y lo mismo en sus vecinos cráteres. Simétricamente, en el Polo Sur lunar, se daban las mismas condiciones, de forma que dos colonias estables viven en ambos polos. En el ecuador se desarrolla la actividad industrial de fusión fría, siendo éste el motor energético de la actual civilización expandida por el sistema solar.
Aprovechando que la Luna no tiene atmósfera, se construyó una catapulta magnética, similar a los antiguos trenes de levitación magnética terrestres, pero a lo bestia. Ahora era más fácil que nunca poner satélites en órbita, enviar sondas no tripuladas al espacio exterior, transportar materiales para construir estaciones espaciales o edificios lunares, lanzar proyectiles dirigidos hacia algún asteroide que se nos acerque peligrosamente o contra una posible nave alienígena invasora.
Como es sabido, la Luna es un astro “congelado”, en su interior no hay ningún fluido en movimiento que origine un campo magnético, tal como lo disfrutamos en la Tierra, por ejemplo, responsable de la magnetosfera, la conocida capa de la atmósfera. Las ideas de poder activar el núcleo lunar no prosperaron, así que se creó un campo magnético activo alrededor de la Luna, gracias a la ingente energía fabricada en el ecuador. De esta forma las partículas cargadas de la radiación espacial eran desviadas. Parece fácil, ¿no?
Pero esto no es todo, puesto que no hay atmósfera que atenúe la radiación exterior, ¿qué ocurre con los rayos X y los rayos gamma?, ¿qué hacemos con las partículas no cargadas, como los neutrones? Inicialmente se pensó en excavar túneles para tener un hábitat natural ya blindado a la radiación. Sin embargo ocurre que, al impactar los rayos cósmicos en la Luna, se generan reacciones nucleares que liberan radiación en forma de neutrones. ¡La propia superficie lunar es radiactiva! Así que ambas radiaciones son perjudiciales. Adicionalmente se reforzaban las bases lunares con un blindaje estructural, de forma que mantenía a raya la radiación. Este blindaje es un hormigón lunar, ideado en la Universidad de Alabama, que utiliza azufre líquido en lugar de agua como conglomerante. Soporta presiones de hasta 17 atmósferas y endurece en sólo una hora. Para fabricarlo se extrae el azufre del suelo lunar y posteriormente se calienta a temperaturas superiores a 130ºC. Justamente ahí estaba una de mis labores como radiofísico, mantener controlada la radiación en los hábitats lunares.
Otro proyecto interesante era el blindaje y mantenimiento de la propia colonia Pangea, donde ahora me encontraba. Estaciones espaciales había una cuantas, pero colonizar el espacio era una obra faraónica -por cierto, ya nadie se acuerda de Egipto-. Aún recuerdo al físico irlandés John D. Bernal que en 1929 publicó la obra “The World, the Flesh and the Devil”, donde se describieron por primera vez hábitats espaciales en esferas de 16 kilómetros con capacidad para 20 ó 30 mil personas. Luego en 1959 R. MacDougall dirigió la película con ese nombre, pero ni se os ocurra verla. En 1956 Darrel Romick propuso una colonia de forma cilíndrica, de 1 km de largo por 300 metros de diámetro.
Pero esta idea no se extendió hasta la década de los 70, cuando un profesor de física de Princetown, llamado Gerard K. O’Neill, creó un auténtico movimiento social para fomentar la evolución de la humanidad y la exploración del espacio. Y parecía que el desarrollo de las colonias había prosperado con la idea de Wohnrad de Potočnik, con forma toroidal. La rotación estaba ajustada para que fuese como en la Tierra (1 g) a lo largo del recinto habilitado en el toro. En el centro, por mecánica, la rotación es nula y, por consiguiente, la gravedad, de forma que se usa como muelle o puerta de entrada y salida. No obstante este concepto de colonia fue acuñado como Toro de Stanford, ya que mejoró sustancialmente el diseño original.
Yo aún recordaba la pésima película de “Elysium”, dirigida en 2013 por Neill Blomkamp que, ¡qué poco rigor científico! Ahora era ya una realidad, la recreación de una atmósfera y hábitat artificiales estaban muy conseguidos, pero aún así tenía que mejorar en cuanto a radioprotección. El exterior del toro entero es un vidrio especial de un grosor de 3 cm con una ligera composición de Pb y un recubrimiento de parafina que termaliza los neutrones. Y el escudo antirradiación está construido de regolito lunar (capa de materiales poco compactos de fragmentos rocosos del suelo que descansa sobre un fondo también rocoso sólido), que supone la mayor parte de la masa de la nave. Dicho escudo se construye en la Luna y se catapulta hasta la nave, donde se ensambla.
La ubicación de Pangea es el punto L2 de Lagrange del sistema Sol-Tierra. ¿Por qué? Pues porque de esta manera se obtenía una protección natural del viento solar y de sus temibles erupciones de masa, que tanto daño hicieron antaño a los sistemas de comunicación.
Pangea dispone de campos magnéticos para desviar las partículas cargadas de la radiación espacial, de forma similar a lo elaborado en la Luna. ¿Cuál la función aquí de Tim Bowers como radiofísico espacial? Como he dicho antes, el sistema de blindaje pasivo era muy pesado y el material que un siglo atrás habíamos patentado, el ausradd, ahora resultaba muy útil.
El proyecto que más me fascinaba era el de la terraformación de Europa, es decir, crear un ambiente como el de la Tierra de forma artificial, modificando su atmósfera, presión, temperatura y concentración del agua líquida, para finalmente colonizarlo. Yo ya sabía que era un buen candidato, de hecho elegí mi fecha de reanimación pensando que para entonces ya sería realidad, ¡qué ingenuo! El uso de esferas para contener planetas ya lo había propuesto Bernal, pero la idea del ingeniero Ken Roy lanzada durante el Congreso Starship de Dallas en 2013, tenía ahora más fuerza que nunca. Se volvía a hablar de planetas en cáscara pero sin necesidad de estar en la zona habitable para los humanos. La misma cáscara lo hacía habitable, en palabras del propio Roy, «era un mundo envuelto». El material usado para la cáscara era el kevlar, un tipo de fibra resistente al calor, corrosión y ruptura. Además se añadía una capa de regolito y acero, pero no lo suficientemente efectiva como para protegernos de la radiación solar y del espacio en general.
Ahí entraba yo, el ausradd había dado sus frutos. Roy había añadido este material al kevlar, dando lugar a una fibra con poliestireno, capaz de actuar como un blindaje primario muy efectivo sin necesidad del pesado regolito y acero. Además se había provisto a Europa de una magnetosfera inducida, al modificar el campo magnético de Júpiter, de forma que ahora Europa quedaba en una zona segura dentro de los cinturones de Van Allen jupiterianos. Toda una proeza, pero inestable. Para mantener dicha situación, se detonaban bombas de hidrógeno que modificaban la rotación de Júpiter y alteraban la convección de sus corrientes internas lo necesario. Pero debido a su gran inestabilidad, los físicos encargados debían estar al corriente y analizar los sensores continuamente. Ahora parecía que se iba a potenciar esta actividad, poniéndoles esas cáscaras a los planetas candidatos de ser terraformados, así que Europa era el primero pero no el último.
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Entonces llega mi turno, abro los ojos, despierto de mi reflexión y me dirijo hacia la puerta del despacho del Dr. Barham, donde él me espera.
-Hola, Dr. Barham –le digo mientras le tiendo la mano con una sonrisa.
-Bienvenido, Dr. Bowers, espero que haya descansado bien. Le presento al Dr. Mitts, el coordinador de proyectos espaciales del CSS –un hombre grandote con rasgos indios que veste igual que Barham.
-Me alegro de conocerle, Dr. Bowers. Creo que por fin tendremos una conversación de largo alcance. Siéntese por favor –me dice con exquisita amabilidad.
-Bueno –empieza Barham- ¿Se ha decidido ya?
…..
Los dos hombres me miran con condescendencia, toman sendos vasos y me invitan a celebrarlo.
Nota del autor: la elección que tome Tim Bowers la dejo a criterio de los lectores. Podéis dejar vuestros comentarios.