Sumario:
Quizás alguno de los radiofísicos que leen este blog y que trabajan en hospitales haya tenido que aplicar sus técnicas en objetos con cientos de años de antigüedad. Lo cierto es que en el mundo del arte, por muy variados motivos, se emplean cada vez más técnicas científicas, en ocasiones casi forenses. La ciencia en […]
Quizás alguno de los radiofísicos que leen este blog y que trabajan en hospitales haya tenido que aplicar sus técnicas en objetos con cientos de años de antigüedad. Lo cierto es que en el mundo del arte, por muy variados motivos, se emplean cada vez más técnicas científicas, en ocasiones casi forenses.
La ciencia en general, y los fotones en particular, ocupan hoy día un lugar muy destacado a la hora de mostrar aspectos ocultos a simple vista en muchas obras de arte. Como los avances en cualquier otra área de la ciencia, los logros de este matrimonio feliz entre arte y fotones son pie para, escalón a escalón, descubrir nuevas técnicas y mejorar las ya existentes.
Por supuesto, los fotones empleados en estas técnicas no se limitan al rango de los rayos X. Luz ultravioleta e infrarroja son ampliamente utilizadas para que sus fotones sean absorbidos y reemitidos por los átomos de los diferentes pigmentos. Y, claro, no es nada fácil: en la pintura aplicada al lienzo (o el soporte que sea) se ven capas superpuestas a consecuencia de los posibles estudios preparatorios del pintor; pentimenti (cambios de opinión sobre la marcha); correcciones; probables añadidos de sus discípulos del taller si no es una obra en la que el pintor desee dejar al cien por cien su sello autoral, o de “retocadores” que cambian más o menos el cuadro muchas décadas más tarde por diferentes causas…
¿Cómo analizar estas capas y extraer información de ellas? En líneas muy generales, podríamos decir que con rayos X se puede estudiar el tipo de lienzo y los bocetos preparatorios; con fotones infrarrojos se accede a los pigmentos de capas intermedias del cuadro, al trabajo preparatorio y los pentimenti; y con la luz ultravioleta se pueden analizar los barnices, posibles destrozos, y una cronología de las alteraciones y retoques del cuadro.
Se trata de una rama de la ciencia donde los campos de investigación abiertos son muchos. Por ejemplo, con espectroscopía infrarroja los azules y amarillos de las capas intermedias no se detectan. Con ese problema se están pegando ahora los técnicos e investigadores del Prado con “La Cacería del Tabladillo”, de Martínez del Mazo, yerno de Velázquez, al que solían atribuir lo que podrían ser obras menores de su suegro. El cuadro tiene casi seis metros cuadrados y, como cada vez que se usan los infrarrojos se “apunta” cuidadosamente a un pequeño trozo, sólo la toma de los datos puede llevar varios días.
Ahora, una pequeña historia.
Hace unos cinco años, un próspero marchante, con una elitista galería en pleno Mayfair, decidió poner bajo un energético chorro de fotones en el hospital de Chelsea y Westminster, en Londres, una de sus últimas adquisiciones: un retrato de una reina inglesa del siglo XVII. Henrietta Maria fue la esposa de Carlos I de Inglaterra, en una época tan convulsa que si uno hubiese pasado por la Banqueting House en el centro de Londres cierto día de invierno de 1649, habría podido ver cómo decapitaban al rey, dejando viuda a Henrietta Maria. Era hermana del rey Luis XIII de la católica Francia, y había llegado a Inglaterra con la intención, más o menos oculta, de convertir al catolicismo a su protestante marido. Sus convicciones católicas eran tales que se negó a ser coronada, pues dicha coronación se debía realizar en una catedral protestante. Su deseo conversor no tuvo éxito en dos décadas, y no dispuso de más tiempo porque Cromwell, como queda dicho, impuso su ley durante y tras una cruenta guerra civil que dejó como corolario la cabeza de Carlos I en un cesto.
El marchante londinense había adquirido por unas 8.000 libras el retrato de Henrietta Maria. Él y su equipo tenían la sospecha de que había algo extraño en la postura de la reina, además de apreciar (para esto no hace falta más fotones que los visibles, y la formación artística adecuada) que ciertas partes del cuadro parecían no estar ejecutadas por la misma mano. Así que pidieron ayuda a los radiofísicos del céntrico hospital londinense. Si los rayos X pudieran hablar, el diálogo habría sido algo así como:
RAYOS X.─ Vuestro cuadro contiene uno más pequeño debajo de la pintura visible. Alguien lo ha ampliado y repintado. En algún momento del siglo XVIII, muy probablemente.
MARCHANTE Y COLABORADORES.─ ¡¡¡…!!!
Esto, en sí, no habría resultado excesivamente excitante: es algo normal en cuadros de cierta antigüedad. Lo que promovió el estado de ánimo de los propietarios del cuadro muchos niveles de energía por encima de su estado base fue que el cuadro se vendió atribuido a un “seguidor de Van Dyck”, lo que quiere decir que alguien intentó imitar (no necesariamente para engañar a nadie) el estilo del pintor de la corte del rey Carlos I, y uno de los pintores más importantes del siglo XVII. Pero eso era lo atribuido a la pintura “superficial”. ¿Cómo sería la pintura de la primera versión del cuadro que esperaba debajo a ver de nuevo la luz, si los propietarios decidían llevar a cabo el muy costoso, en horas y en libras, proceso de restauración para quitar la capa visible y mostrar el original? ¿Podría ser del propio Van Dyck? En ese caso, las 8000 libras podrían convertirse en cientos de miles. Pero, claro, era un riesgo: el cuadro original podría ser peor que el cuadro que habían comprado. De hecho, ¿por qué iba alguien a estropear un Van Dyck original repintándolo? Los fotones ayudaron fuertemente en la arriesgada decisión:
RAYOS X.─ Aquí, en la pintura original, debajo, hay una forma extraña. ¿Lo veis?
MARCHANTE Y COLABORADORES.─ Son trazos que parecen un antebrazo… pero no coinciden con la posición del antebrazo de la pintura que se ve.
Esto es lo que les decidió a “borrar” el cuadro que habían comprado y desvelar el original: se conservan cuadros de Henrietta Maria similares a éste en los que la posición de su antebrazo es la que muestran los rayos X. Son copias de un deseado original perdido, supuesta obra de Van Dyck, y en ellas el antebrazo acaba en una especie de rueda que en el siglo XVII se asociaba al martirio de una de las santas de moda en el mundo católico inglés: Catalina de Alejandría, una de las patronas de los estudiantes.
Y ahora, cualquiera que haya leído los párrafos anteriores puede sumar dos y dos y, como un detective de la historia del arte, llegar a una explicación muy razonable de todo el asunto.
La costosa restauración desveló el cuadro original: una pintura inacabada de la reina en todo su orgullo católico, al lado de la rueda de Santa Catalina. Con el tiempo, a finales del siglo XVII o principios del siglo siguiente, el cuadro acabó en manos de alguien con fuertes convicciones protestantes que decidió, de forma póstuma, borrar la propaganda católica del cuadro, encargando los retoques a un pintor del que nada sabemos. O quizás el cuadro acabó en manos de un católico que quiso conservar la memoria de esa reina que intentó hacer ver la luz (papal) a su país de adopción, pero en años en los que era peligroso mostrar fervor católico, con lo que conservó el cuadro de la reina, pero borrando la rueda por miedo a ser detenido por proselitismo. En cualquier caso, los fotones mostraron la pista de por qué alguien querría retocar un, quizás, Van Dyck.
Porque finalmente, ¿pintó Van Dyck el original? Christopher Brown, uno de los expertos en el pintor flamenco opina que sí, o, al menos, que parte del cuadro fue pintado por él, y parte por alumnos de su estudio.
Unos energéticos fotones de rayos X, aliados con el conocimiento de la historia y el arte (entre otras cosas, los paños del cuadro “superficial” son ligeramente modernos para mediados del siglo XVII), pueden llevar a alguien a arriesgar una importante inversión económica para obtener un beneficio impensable. Aunque para los fotones y quizás en parte para el marchante, a pesar de hacerle (aún) más rico, esa combinación de arte y ciencia no es lo menos gratificante de toda la historia.
La historia tiene varios niveles de lectura, como el propio cuadro. Uno de ellos es el hecho de que los fotones no tienen prejuicios políticos o religiosos, lo que no debería sorprender tratándose de algo que no tiene masa y que se mueve tan rápido que, bajo su punto de vista, el tiempo transcurre tan lento que en realidad tiende a no avanzar en absoluto. Están por encima del bien y del mal, podríamos decir. Si los que llegaron al cuadro de Henrietta María hubiesen sido fotones protestantes, por ejemplo, quizás habrían decidido no dar ninguna información sobre esa reina tan católica. No es el caso, pues llegaron al cuadro y actuaron con honestidad, como dictan las leyes físicas. Bien por ellos: demuestran ser buenos compañeros de desayuno.