El desayuno… de los campeones

Sumario:

Ya es público. Ya podemos decirlo (que ganas teníamos): nuestro blog, el de Naia Pereda, que lanzó la idea, el de nosotros los editores, el de nuestros colaboradores, y sobre todo, el de nuestros lectores, ha sido premiado. Y no es un premio cualquiera. Nos ha premiado CPAN, el Centro Nacional de Física de Partículas, […]

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Ya es público. Ya podemos decirlo (que ganas teníamos): nuestro blog, el de Naia Pereda, que lanzó la idea, el de nosotros los editores, el de nuestros colaboradores, y sobre todo, el de nuestros lectores, ha sido premiado. Y no es un premio cualquiera. Nos ha premiado CPAN, el Centro Nacional de Física de Partículas, Astropartículas y Nuclear, una iniciativa que promueve la participación coordinada de los grupos científicos españoles en las investigaciones punteras en esas áreas de la física: el CIEMAT (aun recuerdo los meses que pasé allí realizando el curso superior de protección radiológica), el IFIC (al que conocí cuando él era casi sólo un proyecto de instituto en el campus de Burjasot y yo apenas un embrión de físico), todos los departamentos universitarios del área (entre ellos el de Granada, que fue mi casa cuando aquel embrión era ya un polluelo calculando elementos de matriz, y que lo siguió siendo después, cuando mis inquietudes investigadoras encontraron allí el cobijo del mejor maestro que pudo darme la suerte, Antonio Lallena), el CNA (Centro Nacional de Aceleradores, de Sevilla, cuyos comienzos conocí de primera mano gracias a mi colega y amigo Celestino Sánchez, que allá se fue para ejercer, si no recuerdo mal, de Jefe de Protección Radiológica)… en fin, la flor y nata de la investigación en Física de partículas y nuclear, teórica y experimental, de este país. Si a esto añadimos que nuestro coeditor Gaspar Sánchez se puso chaqueta (ver foto), ya podéis entender que me merecieran la pena los 2000 kms de coche que me metí en 36 horas, incluyendo el desvío por Burgos para recogerle y retornarle.

Premios de Divulgación CPAN Inauguración Jornadas CEPAN

Bueno, pero vayamos a lo que hemos venido con este post, que es agradecer, que es de bien nacidos, dicen.

En primer lugar queremos agradecer a todos los colaboradores el esfuerzo que habéis realizado. La calidad de vuestros escritos es la parte principal de este éxito pues son esos contenidos los que hacen este blog ameno e interesante para el gran público, sin renunciar al rigor y la completitud que lo hace también útil para los profesionales. Un equipo así es garantía de éxito.

Tenemos que dar las gracias, especialmente, a Antonio Lallena, uno de nuestros más asiduos colaboradores (mucho más que eso para mí) pues él fue quien nos advirtió de la convocatoria del CPAN y quien nos animó a presentarnos. Su confianza en las posibilidades del blog fue, por sí sola, un motivo de orgullo. De hecho, él mismo se encargó de realizar las gestiones necesarias para presentar la candidatura. Muchas gracias.

También a los miembros del jurado, en general a todos los miembros del CPAN, y en particular a Isidoro García, un perfecto anfitrión. Un verdadero placer compartir esas escasas horas con todos ellos y tener además la oportunidad de reencontrarme a viejos amigos y colegas a los que no veía desde hacía algunos años.

Hay muchos concursos y premios en este mundo, y muchos son concursos de blogs, pero el de CPAN no es uno más, no puede serlo para un blog dedicado a la física, y especialmente si se dedica a un área que ha sido tradicionalmente desconocida, no sólo por el gran público si no, lo que resultaba más doloroso, por la mayoría de nuestros más inmediatos colegas físicos. Quiero pensar que este premio significa un reconocimiento hacia nuestra especialidad que merecíamos. Parafraseando al joven Mozart de la película “Amadeus”, yo puedo ser vulgar, pero os aseguro que mi especialidad no lo es.

Yo he vivido en primera persona el desarrollo que la especialidad ha tenido desde 1990 hasta hace pocos años (parezco el replicante de Blade Runner diciendo eso de «Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais…» ), y el frenazo sufrido en los últimos cinco (parón acompasado con el de prácticamente todos los campos de actividad, no debemos quejarnos en exceso). Conocí los tiempos en los que era muy difícil acceder a los departamentos universitarios de física para poder desarrollar una investigación homologable, más allá de los esfuerzos individuales que algunos realizaban en sus hospitales, con escasez de medios y tiempo.

Aquella situación mejoró en los años posteriores (y sigue mejorando), gracias al compromiso personal de algunos que, hoy tal vez sea difícil imaginarlo, dedicaron su tiempo y su energía, más allá de la obligación, a un proyecto que para nada tenía entonces visos de llegar a buen puerto, estableciendo vínculos personales y puntuales que el tiempo transformó en colaboraciones duraderas y fructíferas y en algunos casos, el mío al menos, en amistades inquebrantables. Todos, la universidad y los profesionales de la radiofísica, podemos sentirnos orgullosos.

Poco a poco, en estos años, el trabajo serio de todos ha ido ganando para la profesión el respeto de los ciudadanos, de los servicios asistenciales y de las autoridades. Se logró el reconocimiento como especialidad sanitaria y la figura del radiofísico cobró un papel protagonista en gran parte de la legislación relacionada con el uso médico de las radiaciones. Poco a poco, nuestro impacto internacional ha ido creciendo y gracias a colegas como José Pérez Calatayud (que ha sido reconocido como uno de los 50 físicos más influyentes de la especialidad en el mundo, y al que nuestro colaborador Damián Guirado entrevistó para el blog) y otros, el prestigio de la radiofísica española ha alcanzado los centros neurálgicos internacionales de este campo de conocimiento. Ellos están allí en su calidad de individuos excepcionales, que lo son, pero dan fe de que en España se trabaja a un buen nivel y se crea conocimiento. Quizás no estemos en producción al nivel de los países más punteros, con una larga tradición en radiofísica, y tal vez tampoco al de algunas otras especialidades de la física en nuestro país, pero ni en un caso ni en el otro creo que pueda nadie avergonzarnos con la comparación. El nivel de la especialidad en España es mucho más que digno. Pero a pesar de esa “revolución”, la que, para mi, va desde aquella tesina que leí en Granada en 1997 (y que solo la firmeza de mi mentor salvó de que fuera rechazada con la sentencia “eso no es física nuclear”) hasta los últimos cinco años, cuando una parte importante de las tesis leídas y los artículos publicados en el departamento lo fueron de radiofísica, la especialidad como tal, a nivel nacional, no había recibido aún el reconocimiento institucional de la vanguardia de la investigación en física.

Estoy convencido de que, en los tiempos que corren, todos, y los líderes de esos brillantes centros de investigación los primeros, hemos entendido que, si bien la investigación en física fundamental merece la pena y no puede estar supeditada a la rentabilidad inmediata que difícilmente podrá garantizar, no podemos ignorar y dejar de aprovechar las pocas oportunidades que tengamos de que esa inversión revierta en el bienestar de la sociedad que la nutre, sobre todo si esas oportunidades están relacionadas con el tratamiento de una enfermedad tan devastadora para esa sociedad como es el cáncer. Creo que hemos perdido, todos, un tiempo muy valioso por ese desencuentro. Por desgracia, me temo que la complejidad de esa enfermedad nos dará aún tiempo para recuperar el que ya perdimos. Empecemos esta misma mañana.

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