Lucha de gigantes: CT contra RM
Sumario:
Entre el público, pacientes y algunos profesionales no está muy clara cual es la diferencia que existe entre las dos modalidades más populares en el diagnóstico por imagen en la actualidad: la tomografía computerizada (TC o TAC como se conoce popularmente) y la resonancia magnética (RM). En este post voy a tratar de despejar algunas […]
Entre el público, pacientes y algunos profesionales no está muy clara cual es la diferencia que existe entre las dos modalidades más populares en el diagnóstico por imagen en la actualidad: la tomografía computerizada (TC o TAC como se conoce popularmente) y la resonancia magnética (RM). En este post voy a tratar de despejar algunas dudas al respecto. En primer lugar intentaré describir cómo funciona cada modalidad.
El TC es una modalidad que utiliza las radiaciones ionizantes para obtener imágenes diagnósticas. El aparato que muchos lectores habrán visto en imágenes o incluso en primera persona, consta principalmente de una camilla móvil y una anillo de considerable tamaño. En ese anillo se aloja un tubo de rayos-X que gira 360º alrededor del paciente y un anillo de detectores para “recoger” la radiación que ha atravesado al paciente. Para realizar los estudios el tubo de rayos X gira continuamente mientras emite radiación y a su vez la camilla desplaza al paciente para que se pueda irradiar la zona del cuerpo del paciente que se pretende diagnosticar.
Los rayos-X sufren una atenuación que depende de la densidad de cada material que irradia. Después de atravesar la anatomía del paciente los rayos-X llegan a los detectores más o menos atenuados dependiendo de las partes del cuerpo que hayan atravesado. Con toda la información recogida por los detectores, mediante potentes programas de reconstrucción, el equipo es capaz de construir una imagen del paciente en 3D de muy alta calidad.
Por otro lado, la RM es una modalidad que no utiliza radiaciones ionizantes para obtener la imagen diagnóstica. La RM utiliza un campo magnético bastante potente y señales de radio para conseguir la imagen deseada. El equipo consta de un anillo bastante estrecho y largo más una camilla que permanece estática durante la exploración. El equipo produce un campo magnético muy potente (1,5 o 3 Teslas los más habituales) y emite señales de radio mediante unas antenas colocadas sobre la parte del cuerpo a diagnosticar. Las moléculas de agua presentes en los diferentes tejidos de nuestro organismo actúan como pequeñas antenas de radio que devuelven las señales emitidas por el equipo. Cada sustancia del cuerpo emite una señal de radio característica con información de su composición y su localización. Las antenas colocadas sobre la anatomía del paciente recogen la información devuelta por el cuerpo de éste y permite al equipo reconstruir con muy altísima calidad la imagen en 3D de la anatomía analizada.
Cada modalidad tiene su “espacio diagnóstico”. Cada modalidad es válida para diagnosticar una serie de patologías que en muchos casos no coinciden con las que es capaz de diagnosticar la otra y en otros casos TC y RMI se complementan para completar el diagnóstico. La información que se obtiene de un TC no se puede obtener de una RM y la información que proporciona una RM no la proporciona un TC. En todo momento será el equipo médico el que mejor conoce qué tipo de prueba es más idónea para diagnosticar sobre la patología en cuestión y si los riesgos que ésta conllevan son compensados por los beneficios que un mejor diagnóstico va a aportar. En unas ocasiones se determinará hacer un TC, en otras ocasiones una RM y en otras se decidirá realizar las dos pruebas para completar el diagnóstico.
Es importante señalar que el tiempo que se requiere para la realización de cada prueba es muy diferente. Mientras que una prueba de TC se realiza en aproximadamente 1 minuto, una RM puede llevar del orden de 20 minutos o incluso más. Esto limita la utilización de cada modalidad diagnóstica, pues mientras se pueden realizar unas 100 pruebas al día en un TC, no se pueden realizar más de 20-25 pruebas al día en una RM. Este hecho hace que para realizar el mismo número de pruebas diagnósticas se necesite un número muy superior de máquinas de RM que de TC.
Un aspecto que es importante aclarar es que, como se ha mencionado en párrafos anteriores, la RM no utiliza radiaciones ionizantes para obtener la imagen diagnóstica por lo que es inocua desde el punto de vista de la protección radiológica. Sin embargo, la RM tiene el inconveniente de que al producir un campo magnético bastante potente hay que tener cuidado con los objetos metálicos que pueda llevar el paciente y el personal que esté presente durante la colocación del paciente en la camilla del tratamiento. Es recomendable que el paciente comente con el equipo médico si tiene posibles implantes, prótesis, marcapasos, tatuajes, etc. que puedan suponer una contraindicación a la hora de realizar la prueba. Otro aspecto importante que limita su realización es la sensación de claustrofobia que produce el tener que estar tanto tiempo dentro de un anillo tan estrecho y con continuos ruidos fuertes que producen los campos de radiofrecuencia.
Por otro lado el TC sí utiliza radiaciones ionizantes, como se ha comentado, para producir la imagen diagnóstica. La utilización de radiaciones ionizantes en pruebas diagnósticas supone un riesgo de aparición de cáncer por efectos estocásticos o aleatorios a largo plazo. Cada prueba diagnóstica basada en radiaciones ionizantes es como ir a comprar un boleto de lotería; es difícil que te toque el gordo, pero cuanto más boletos compras más aumentan las posibilidades. También hay que destacar que cuanto menor edad tiene el paciente más tiempo habrá para que se desarrolle el potencial daño que hubiera podido producir la radiación.
Es cierto que la utilización de radiaciones ionizantes supone un riesgo para la salud pero el beneficio que se obtiene con un correcto diagnóstico de la enfermedad supera en la gran mayoría de los casos a los riesgos. Los niveles de dosis que imparte el TC no son para nada despreciables. A este respecto los radiofísicos realizan controles periódicos para verificar que los niveles de dosis que el equipo imparte están dentro de los límites establecidos internacionalmente. Estos límites de dosis garantizan que los riesgos debidos a la radiación sean muy reducidos. Estos límites hacen que incluso en el caso de mujeres embarazadas, en muchos casos la realización de un TC esté justificado.
Es muy importante controlar el número de TC que se realiza un paciente a lo largo del tiempo. Con la repetición de pruebas se suman las dosis recibidas y los riesgos aumentan. Esto es realmente importante en el caso de los estudios de TC que se realizan a niños. Los daños provocados por la radiación en un cuerpo en pleno desarrollo son potencialmente mayores y además el tiempo para desarrollar esos daños es mucho mayor. Así que en el caso de niños hay tener mucho más clara la justificación de la realización de un TC.
Como conclusión, la RM y el TC son los dos grandes gigantes del diagnóstico a día de hoy. Se trata de tecnologías muy diferentes que nos proporcionan también información distinta. Cada una de ellas está indicada en diferentes circunstancias diagnósticas y en muchas ocasiones resultan complementarias.