Diario de una residente de radiofísica (24 de junio de 2017)

Sumario:

Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Barcelona, 24 de Junio de 2017 Recién entrada en el último año de residencia y poco después del Congreso Conjunto SEFM/SEPR encontrar el rato para escribir y poneros al día se está convirtiendo en una misión casi imposible. No sólo en el hospital el trabajo parece salir […]

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Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Barcelona, 24 de Junio de 2017
Recién entrada en el último año de residencia y poco después del Congreso Conjunto SEFM/SEPR encontrar el rato para escribir y poneros al día se está convirtiendo en una misión casi imposible. No sólo en el hospital el trabajo parece salir de debajo las piedras sino que, además, mis últimos meses se podrían titular como “los meses de los cursos, bautizos y congresos”.  Así que supongo que de eso justamente irá este post.
Desde principios de año mi mes a mes se ha convertido en una ida y vuelta casi constante al aeropuerto que, por lo que parece, no tiene intención de parar. No es que me moleste en absoluto sino más bien lo contrario, pero cuando miro las cosas que tengo pendientes en el hospital me asombra lo rápido que pueden llegar a pasar dos años y no puedo hacer más que esperar la remota posibilidad de que aparezca un cuarto año de formación. En mi cabeza suena un “¿R3? ¿Ya? No, en serio… ¿Qué?” y acto seguido tengo tentaciones muy muy serias de escribir suplicando al Ministerio de Sanidad por un ratito más, así como el que le da al botón de Snooze del despertador.

El primer congreso fue el Congreso Europeo de Radiología, en Viena. Ya os lo podéis imaginar, un congreso enorme, lleno de gente que no conocía (peor aún, radiólogos que no conocía) y yo allí, intentando mantener mi dignidad. Lo más importante y la primera misión, después, claro está, de descubrir la sala donde se daban las charlas de y para físicos, era encontrar a alguien con el que compartir mis pensamientos entre café y café. Los primeros intentos de socializar con gente de mi calaña en el track de física fueron un auténtico fracaso. A nadie parecía apetecerle seguirle la conversación a una residente mindundi a la que le parecía un gran logro hacer solita un control de calidad de un equipo CT. Por suerte, cuando estaba a punto de pedirle llorando a un grupo de holandeses que se hicieran mis amigos me encontré a varios de los residentes de Radiología de mi hospital. ¡Creo que pocas veces en mi vida me había alegrado tanto de ver a un medico! En ese momento ellos no sólo eran mis queridísimos compañeros de dosímetros, plantas bajas de los hospitales y radiaciones ionizantes, sino que iban a ser mis íntimos amigos durante tres días, les gustase o no. Una vez cubierta la parte social ya sólo me quedó disfrutar del congreso, aprender lo que pude y dar mi charla sin que se me notase demasiado el temblor de piernas.

Yo en mi primera charla. Parezco una persona seria pero en este preciso instante estaba agarrándome al rezando para no perder la voz y quedarme en blanco.


Apenas dos meses después volvía a coger un vuelo de Norwegian destino a una Viena (que esta vez me esperaba con temperaturas mucho más apetecibles) para asistir al congreso de la ESTRO. El planteamiento inicial ya era, de entrada, totalmente distinto. Iba acompañada, los físicos (especialmente holandeses) abundaban por los pasillos del congreso, y se hablaba de radioterapia.  
Y del último probablemente hay poco que no sepáis. El VI Congreso Conjunto SEFM/SEPR caía cerquita de casa y no había excusa para no asistir. La verdad es que ver lo que se hace en hospitales parecidos a los tuyos es mucho más aprovechable que ver lo que logran hacer equipos de investigación de 10 personas en las Europas profundas. Encontrarte con gente con la que comentar y compartir ideas para, pasito a pasito, mejorar las cosas es impresionante. Pero, como todos sabemos, no sólo es laboralmente que uno aprovecha los congresos. Se dice, se comenta que la cena y la post-cena estuvieron muy bien, pero mejor dejamos que la cara de felicidad de algunos de los asistentes paguen por sí mismas.

Post-cena en el Espai Mas Marroch. Que no os engañen las copas, aquí donde nos veis todos estábamos en el congreso el día siguiente antes de las 9 de la mañana.


Para mí fue también una oportunidad de reencontrarme con (casi) todo el equipo de actuales R3 que había conocido, de R1, en Baeza. ¡Cómo hemos crecido todos! Hablamos de los intríngulis de la radiofísica como algo familiar, los Grays ya no son los compañeros de viaje de una cirujana en un culebrón estadounidense y los Isotopos ya no sólo son el equipo de béisbol de los Simpson. Entre cerveza y cerveza ya no hablábamos de nuestro plan docente en los años que nos esperaban, sino que los zaratrones, las opciones de trabajo y la recién incorporación de residentes eran temas recurrentes. Y sí, esta vez yo también podía hablar de nuestra recién adquirida R1. ¡Por fin una nueva minion ha llegado al servicio!

¡Por fin 3 residentes! Nos podéis imaginar, tal cual, con el mando del acelerador, por ejemplo.


El siguiente vuelo, vacaciones de verano aparte, me dirige a una aventura que me temo será mucho más intensa que un congreso. En septiembre me despido de Barcelona por tres meses, cojo las maletas y me voy de rotación. Acerca de eso me guardo la baza de mantener la tensión y sólo os voy a decir que, si queréis saber dónde voy y que voy a hacer, estéis atentos a mi próximo post. ¡Un abrazo a todos y buenas vacaciones de verano!

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