Sumario:
Soy Irene, la residente decimotercera de mi hospital (el Hospital Universitario de Gran Canaria Dr Negrín) y es la decimotercera edición del curso de Fundamentos de Física Médica que organiza la SEFM en Baeza, lo cual llevo meses viéndolo como una señal. Las semanas anteriores a Baeza era puro nervio: no hacía más que oír […]
Soy Irene, la residente decimotercera de mi hospital (el Hospital Universitario de Gran Canaria Dr Negrín) y es la decimotercera edición del curso de Fundamentos de Física Médica que organiza la SEFM en Baeza, lo cual llevo meses viéndolo como una señal.
Las semanas anteriores a Baeza era puro nervio: no hacía más que oír consejos, leyendas y mitos sobre la estancia en ese micromundo llamado Baeza. Yo deseaba con ahínco asistir a las clases, y a la vez poner cara a todos mis co-erres (de cuyo honor me había privado este año el ministerio, al suprimir la elección de plaza presencial). Destacaré el compañerismo de mis colegas de profesión desde el principio. Muchos llegamos a Linares en tren, y ¡¡todos los compañeros que habían llegado previamente en coche a Baeza, se ofrecieron muy gentilmente para recogernos!!
En cuanto llegamos al campus de la UNIA, supongo que seguimos el ritual habitual: los que pudieron, corrieron para coger la cama de arriba (el gran lujo reservado sólo para los más rápidos), y nada más dejar las maletas, nos fuimos a tomar unas cañas. Este año, comenzamos yendo a El Trillo, y a continuación al mítico Pedrito. He de decir que, desde el minuto uno, el ambiente fue súper distendido. Todos queríamos hablar y contar nuestras anécdotas de nuestros primeros seis meses como residentes, pero a la vez estábamos ansiosos también por saber cómo funcionaban otros hospitales, así que, entre caña y tapa, y tapa y caña, nos íbamos turnando para contar nuestras historietas.
La noche pasó, y dio paso al lunes, con lo que comenzaría al verdadero motivo de Baeza: las Clases. El primer módulo nos introdujo en el mundo más técnico de la medida y sus correspondientes unidades. Al acabar las clases, todos corríamos a disfrutar de nuestro tiempo libre: llamar a nuestras familias, ir al supermercado más cercano a por provisiones, ir a tomar unas cañas para tener una conversación distendida…Escogieras la opción que más se adecuase a tus gustos o elecciones, siempre tendrías compañeros con los que compartirla.
Destacaré de la primera semana, que enseguida salió la vena deportista de muchos de mis compañeros y, mientras que algunos se iban a dar un paseo tras las clases, otros jugaban al baloncesto en el polideportivo del campus. ¡Incluso tuve el lujo de dar un pequeño taller de baile latino al que acudieron parte de mis compañeros! Desde aquí, GRACIAS.
Sin darnos cuenta, estábamos a miércoles, y ¡¡llegó la noche del famoso karaoke!! Al principio costó romper el hielo, sobre todo a los más tímidos, pero al calor del Café Central, pocos lograron evitar subir al escenario.
Y de repente, tras la noche, ya habíamos cambiado de módulo. Nos esperaba ese gran mundo de la Radiobiología. He de reconocer, que personalmente era el módulo que esperaba con más ganas, y sin duda, no defraudó. Para algunos, este módulo pasó más rápido de lo deseado, pero no había tiempo para los lamentos…¡Había que preparar el plan del fin de semana! ¡El primer fin de semana en Baeza! Los hubo, y muchos, que huyeron en cuanto pudieron jeje. Otros, se fueron con la promesa de volver para los últimos tres módulos sobre Radioterapia, y los que nos quedamos planeamos alguna excursión. La gran mayoría se fue a Granada, mientras que unos pocos nos fuimos a Úbeda. Pero no os penséis que por escoger planes diferentes estábamos separados; allí estaba el Whatsapp para compartir las fotos y las suculencias gastronómicas que íbamos degustando.
El primer domingo en Baeza fue mayoritariamente día de descanso. Día de poner lavadoras, de estar en los sofás del hall teniendo charlas agradables y relajadas, de ordenar la habitación, y cómo no, de hacer los test de los dos módulos que ya habíamos superado.
Aunque ya se podía vislumbrar el cansancio…no hubo tiempo para dejarlo hacerse notar. La noche del domingo llegó y con ella, nuevos R1 y R2 llegaron a Baeza, lo que hacía casi obligado volver a salir a tomar unas cañas, para darles el recibimiento que se merecían.
Al día siguiente, comenzaba el módulo de Radiodiagnóstico y a finales de semana llegó el módulo de las Radiaciones No Ionizantes, ese muy a menudo olvidado mundo de los ultrasonidos, y la resonancia magnética.
Tras una semana comiendo básicamente de tapas, intentar llevar una dieta ligeramente más sana se hacía casi obligado, motivo por el cual, el lunes por la tarde ¡¡lo más valioso a conseguir era un lugar en el frigorífico del campus, donde guardar la comida comprada!!
El miércoles de la segunda semana había que cumplir de nuevo con una tradición, el de la cena de despedida de aquellos compañeros que habían venido sólo para las dos primeras semanas. La cena no defraudó y fue una gran noche, aunque la cena se prolongara tanto que cuando llegamos al karaoke estuviera cerrado 😉
Al acabar el módulo 9 sobre Radiaciones No Ionizantes no hacíamos más que pensar en las despedidas de esos compañeros que se iban y que nos habían hecho esas dos primeras semanas tan agradables. Parte de ellos, residentes de segundo año, se iban con la satisfacción de haber completado el curso de Baeza (¡al fin! :P).
Una vez más durante el fin de semana, el campus se quedó casi vacío. La gran mayoría se fue, y los que nos quedamos necesitábamos descansar, y como mucho hacer turismo en Baeza. Sólo unos pocos atrevidos, tuvieron fuerzas para ir hasta Córdoba.
Como si de un déjá vu se tratara, estábamos a domingo y ahora sí que venía otro grupo numeroso. Aunque pudiera parecer que era la misma sensación a la del domingo anterior, no era tan así. Los que seguíamos en Baeza, ya estábamos MUY agotados, y mentalmente hacía mella el hecho de que aún quedaba tanto como lo que llevábamos a nuestras espaldas. Por otro lado, los nuevos compañeros que llegaban, aterrizaban en Baeza con las pilas súper cargadas, y con la ventaja de que muchos ya eran “perros viejos” en este curso y sabían cómo lidiar con el combo a veces incompatible “clases+fiesta”.
Obviamente el comienzo de la tercera semana, fue la más difícil, pero el hecho de tener tres módulos diferentes durante la semana (Protección Radiológica, Medicina Nuclear y Dosimetría Física), con la sucesión de los diferentes profesores asociados a cada módulo, hizo que se hiciera mucho más llevadero y más ameno. Comenzamos la semana hablando de legislación, y sin darnos cuenta estábamos inmersos en el mundo de la Medicina Nuclear. Lo bueno de acabar este módulo, era ver de vuelta a muchos de los compañeros que nos habían dejado la primera semana.
En un abrir y cerrar de ojos, habíamos realizado el módulo de Dosimetría Física, y ya sólo nos quedaban 2 módulos en Baeza ¡Increíble! Se avecinaba el último fin de semana en el campus, y esto sí que se merecía un plan en condiciones. El sábado la gran mayoría nos fuimos a Córdoba, y el domingo hubo planes para todos los gustos: hubo quien se fue a hacer ruta de senderismo, hubo quienes se fueron a Úbeda, y luego los más conservadores, los que nos quedamos en la residencia, cogiendo fuerzas para el sprint final que nos esperaba.
En la última semana, tocaron los módulos de Dosimetría Clínica y Braquiterapia. De nuevo tocaba cena de despedida el miércoles, aderezada por las cañas tanto anteriores como posteriores a la cena, los partidos de baloncesto y las tardes de sofá.
No querría acabar esta reseña sobre Baeza 2017 sin destacar que, aunque algunos días estábamos más cansados y otros días un poco menos, ¡¡ intentamos siempre aprovechar las clases al máximo!! No podemos olvidar, que es todo un privilegio, recibir tantos conocimientos, y de la mano de unos tremendos profesionales que, en su mayoría, han ayudado a crear y reglar la especialidad de Radiofísica Hospitalaria como hoy en día se conoce. También es un lujo, ver profesores más jóvenes, lo que te impulsa a seguir creciendo y adquiriendo conocimientos, dándote la motivación de que igual en unos años, somos nosotros los que estamos dando clases.
Sin destapar el anonimato de mis compañeros, querría dar las GRACIAS a todos y cada uno de mis colegas de profesión con los que he compartido este mes, pero en especial:
Al compañero que siempre estaba atento en las clases, aquel que siempre sabía la diapositiva que había que descargar y que ofrecía su ayuda de forma continua.
Al compañero que nos amenizaba las conversaciones de Whatsapp con sus gifts siempre tan a mano.
Al compañero que cada fin de semana se iba a ver a su familia y, a pesar de la paliza de viaje, volvía con ganas renovadas, que le duraban tanto para ir de cañas, como para jugar al baloncesto, como para estar el primero en clase.
Al compañero que se escapó un fin de semana a casa, y volvió recordando la comida de su mami, lo que nos trajo a todos a la memoria esos platos tan exquisitos que nos hacen las madres.
Al compañero que siempre tenía en su habitación un surtido de dulces y chucherías que compartía generosamente con todos nosotros.
Al compañero que parecía tan serio y fue la estrella del karaoke.
Al compañero con el que siempre te podías ir de cañas.
Al compañero que ya había realizado el curso de Baeza, y se cogió un tren para visitarnos.
Por tantos momentos, buenos casi todos, pero que incluso los no tan buenos, quedarán en el recuerdo como algo fruto de los nervios y del roce de la convivencia sin la menor importancia, porque Baeza es una gran experiencia tanto personal como profesional.