Diario de una residente de radiofísica (5 de Octubre de 2016)

Sumario:

5 de Octubre de 2016. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Barcelona. Con un pie aún en Florencia y más de media pata en Amsterdam, el tiempo para poneros al día escasea. Y es se ve que me gusta buscarme líos y viajes, así que poco me queda para más extras. Pero no […]

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5 de Octubre de 2016. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Barcelona.
Con un pie aún en Florencia y más de media pata en Amsterdam, el tiempo para poneros al día escasea. Y es se ve que me gusta buscarme líos y viajes, así que poco me queda para más extras. Pero no dejéis que me apresure y volvamos a junio. Mucho hace ya de esas increíbles tardes de sol y playa, con el cielo azul y el mar perfecto en el que no me bañaba porque estaba rodeada de cables, con un detector en la mano y cuatro planificaciones por hacer en la lista de pendientes. Por esos entonces, incrédula de mí, creía que las cosas poco más intensas se podían poner. ¿Qué peor puede haber que las vacaciones de los demás? No sólo te hartas de oir los maravillosos planes de todo el mundo para el lunes que viene (siempre, claro está, en playas caribeñas paradisíacas) sino que además te ves a ti mismo, con tu cara pálida de hospital, comprobando la uniformidad de una gammacámara mientras pasas los datos de la última revisión de un acelerador. Pero todo tiene su recompensa, y si de algo no me puedo quejar es de no haber tenido unas vacaciones de lujo a finales de agosto.
Y para empezar bien la vuelta al hospital qué mejor que irse a un curso de la ESTRO en Florencia. Aunque el nombre oficial del curso era “Imaging for Physicists” podría haberse llamado perfectamente “La Resonancia Magnética y un poco de TC y de PET para que nade se queje” o “Manual básico para entender de qué narices va todo eso de los espines, los echos e imagen híbrida a pequeñas dosis”, cosa que me pareció ideal. Mi conocimiento antes del curso de imagen híbrida y de resonancia magnética era más bien escasa, por no decir nula, por lo que el temario me venía de lujo. Además, por suerte, para poder financiarme el curso con mi sueldo de residente y sin necesidad de recorrer a becas-padres, me dieron una beca de la Sociedad Catalana de Física Médica que recibí más o menos con una cara así.
Así que para Florencia me fui, con la esperanza de, algún día, llegar a entender qué hacen los espines en la resonancia y no quedarme con cara de moco cuando me hablan del «Spin Echo». ¡Y la verdad que (casi) lo conseguí! Y no sólo eso, sino que también logré acercarme un poco más a intuir por dónde van los tiros con la resonancia funcional, las aplicaciones que puede llegar a tener tanto en la Radioterapia como en Radiodiagnóstico y la importancia de introducirnos en el meollo del asunto antes de que se nos escape de las manos. Así que por mí parte un diez, no sólo a los profesores, sino también a la ciudad y a los compañeros con los que coincidí por allí.
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Al volver de Florencia descubrí, para mi asombro, que hay algo peor que las vacaciones de los demás, y eso son los abstracts con límite de palabras, caracteres, píxeles y, lo más importante: fecha límite. Porque no hay nada peor que escribir pensando que si se dice pedal en vez de acelerador puede que nadie te entienda, pero por lo menos has ganado 5 letras. Así que a redactar en un inglés más bien escueto en artículos determinados me he dedicado hasta ahora, que estoy a punto de marcharme a Amsterdam para hacer una semana de rotación. Para aquellos que queráis un spoiler de lo que va a llegar me voy a ir al Netherlands Cancer Institute a ver un poquito más de Resonancia Magnética así que, si no muero por congelación una vez llegue allí, espero al volver poder contaros algo. ¡Hasta entonces!

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