Radioterapia en enfermedades benignas

Sumario:

Hoy en día es muy común entender la radioterapia como una técnica de tratamiento contra el cáncer. Sin embargo, esta limitación no es del todo correcta. De hecho, en sus orígenes, las radiaciones ionizantes se emplearon para tratar una gran variedad de enfermedades. El primer uso conocido de la radioterapia para enfermedades benignas fue el […]

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Hoy en día es muy común entender la radioterapia como una técnica de tratamiento contra el cáncer. Sin embargo, esta limitación no es del todo correcta. De hecho, en sus orígenes, las radiaciones ionizantes se emplearon para tratar una gran variedad de enfermedades. El primer uso conocido de la radioterapia para enfermedades benignas fue el estudio de Sokoloff y Stenbeck, que utilizaron radiación ionizante en 1898 para el alivio del dolor en artritis juvenil. Más tarde le siguieron tratamientos de hiperplasias, acné, eccemas, tiña o hipertiroidismo. A mediados del siglo XX, conforme se fueron conociendo los efectos secundarios tardíos de la radiación y se empezó a ser consciente de su gravedad, la reputación de la radioterapia para enfermedades benignas cayó en picado, ayudada sin duda por la aparición de nuevas técnicas y fármacos. Con los avances tecnológicos de los últimos años y la amplia experiencia acumulada, las posibilidades de la radioterapia se han replanteado, y en ocasiones se considera un tratamiento protagonista en procesos inflamatorios o tumorales benignos. Esto es especialmente significativo en Alemania (con unos 20.000 pacientes al año) y en los países del este. En España, no obstante, la aplicación es más bien escasa.

El hecho de hablar de enfermedades benignas suele inducir al error de considerarlas enfermedades poco preocupantes e indoloras, cuando la realidad es que en ocasiones pueden ser extremadamente peligrosas y dolorosas para el paciente. Si en estos casos la enfermedad no responde a las técnicas de tratamiento estándar (ya sean farmacológicas o quirúrgicas) o éstas no son viables, la radioterapia puede suponer un arma muy potente para reducir los efectos negativos de la enfermedad en la calidad de vida. Más concretamente, las enfermedades benignas curables con radioterapia suelen implicar crecimiento invasivo y agresivo sin riesgo metastásico, desfiguración cosmética, pérdida funcional o compromiso vital. Con un poco más de detalle, podríamos esquematizarlo como sigue:

  • Procesos inflamatorios: empleada a dosis bajas, las radiaciones ionizantes pueden producir un efecto antiinflamatorio sobre el tejido sano.

  • Osificación heterotópica: Tratada generalmente con antiinflamatorios no esteroideos, la cirugía se emplea en casos muy dolorosos o en pacientes que no responden a la medicación. La radioterapia se muestra muy efectiva si se administran 8 Gy en sesión única unas cuatro horas antes de la intervención quirúrgica.

  • Tumores benignos: aunque por lo general el tratamiento de estos crecimientos tumorales sin tendencia a metastatizar implica cirugía, en ocasiones la radioterapia es necesaria, especialmente cuando el tumor tiene tendencia a recidivar, cuando es inoperable, debido a su localización o a su tamaño, o cuando la operación no ha podido ser radical. Son particularmente significativos los casos de tumores desmoides (fibromatosis agresiva, generalmente muy voluminosos. Se aplica radioterapia postquirúrgica si la resección ha sido incompleta), ameloblastomas (tumor dental), quiste óseo aneurismático (se aplica radioterapia cuando la lesión es quirúrgicamente inaccesible, como en el caso de vértebras o pelvis, o recidiva tras la operación), hemangiomas vertebrales (tratamiento postquirúrgico tras la intervención) y sinovitis vellonodular (enfermedad en articulaciones y vainas tendinosas generalmente de la rodilla o de la mano, con tendencia a recidivar).

  • Enfermedades benignas intracraneales: Es especialmente efectiva la radiocirugía en el caso de malformaciones arteriovenosas, meningiomas, neuromas acústicos y adenomas de la pituitaria.

En general, siempre que se respeten las indicaciones claramente establecidas, la radioterapia puede ser utilizada para tratar enfermedades benignas como complemento a otros tratamientos o como tratamiento único cuando éstos sean inaplicables o impliquen mayor riesgo que el propio empleo de radiación ionizante y la abstención terapéutica sea una opción inaceptable. En esos casos, aparte de las consideraciones técnicas que han de tenerse en cuenta siempre que se utilice radiación ionizante, habría que poner especial énfasis en un par de detalles:

  • Los tratamientos deben estar limitados a personas adultas. Sólo en casos muy excepcionales el uso de radiación ionizante en patologías benignas en niños va a aportar un beneficio claro sobre el potencial riesgo de estas técnicas.

  • Los órganos más dados a sufrir efectos tardíos de la radiación deben ser evitados: tiroides, ojos, gónadas, mamas y médula.

Se debe realizar un minucioso análisis de la relación riesgo/beneficio, analizando la posible toxicidad aguda o crónica, la posiblidad de tumores radioinducidos o posibles efectos perjudiciales como la infertilidad en pacientes jóvenes. La justificación debe ser particularmente clara en estos casos, el beneficio neto debe ser muy superior a los posibles riesgos, y muy superior al uso de otras técnicas menos agresivas.

Como experiencia personal, en mi hospital hemos tratado algún tumor benigno inaccesible quirúrgicamente por encontrarse cerca de la aorta, aunque quizás los casos más llamativos son los de osificación heterotópica, ya que implica una organización y compenetración absoluta entre el equipo de radioterapia y el de cirugía.

En resumen, aunque la radioterapia está orientada al tratamiento del cáncer, en ocasiones puede llegar a ser un arma muy potente para el tratamiento de otras enfermedades cuando la medicación tenga efectos potencialmente adversos y la cirugía sea extremadamente complicada.

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