Radiofísica, aquí y ahora

Sumario:

Cuando comencé mi carrera en la física médica, al principio de los años noventa, y aunque había físicos de hospital en España desde los sesenta, la profesión todavía esperaba un sustento legal. Terminó llegando pocos años después, con el Real Decreto 220/1997, casi al tiempo en el que acabaron su formación los primeros residentes que […]

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Matisse icarus

Cuando comencé mi carrera en la física médica, al principio de los años noventa, y aunque había físicos de hospital en España desde los sesenta, la profesión todavía esperaba un sustento legal. Terminó llegando pocos años después, con el Real Decreto 220/1997, casi al tiempo en el que acabaron su formación los primeros residentes que accedieron a la especialidad por el

sistema reglado actual. Naturalmente, el ejercicio de una profesión no puede definirse completamente mediante normas, y fueron sus pequeñas acciones de cada día las que ubicaron a los radiofísicos en los hospitales y les hicieron ganarse el respeto y la consideración del resto de colegas; porque, como algunos recordarán, hubo que vencer al paternalismo con el que muchos médicos veían a los nuevos especialistas.

Desde el principio he desarrollado mi carrera en un hospital andaluz, y presumido de la particular forma en que este sistema sanitario consideró muy pronto a las unidades de radiofísica: entidades independientes de cualquier otra unidad hospitalaria que rendían cuentas directamente a la dirección médica, y que integraban a todos los especialistas en radiofísica fuesen cuales fuesen sus funciones concretas. Algo muy natural sin más que tener en cuenta, entre otras cosas, que, como dicta el sentido común, el jefe de protección radiológica no debería tener jerárquicamente a nadie entre él y la dirección del centro sanitario al que pertenece.

Apenas se discutía ya sobre la situación de la radiofísica como profesión; no parecían existir motivos de gran peso: las diferentes promociones de nuevos especialistas se iban sucediendo, la especialidad estaba bien reconocida, la Sociedad Española de Física Médica había superado los ochocientos socios y, finalmente, las tensiones que de cuando en cuando se producían entre profesionales de diferentes especialidades, no eran tanto una búsqueda de su lugar por parte de los nuevos especialistas como el reflejo de una actividad profesional normal. Sin embargo, hoy veo con mucha preocupación señales de que nuestra profesión no estaba asentada tan sólidamente como parecía.

En lo que respecta a la formación de los especialistas me preocupa, en primer lugar, que el examen de acceso esté orientado del modo en que lo está: con una proporción pequeña de preguntas de las áreas que luego serán de especial interés para un especialista en radiofísica. Y no es que las cuestiones deban basarse en contenidos que han de aprenderse más tarde durante la formación, sino que hay áreas de conocimiento que forman parte de los estudios que permiten el acceso al examen y que deberían primarse. Basta un ejemplo para ilustrar esto: en el examen de la pasada convocatoria (convocatoria-2012) hubo 40 preguntas de mecánica básica –protagonizadas por muelles, tiovivos, motoristas acrobáticos o aviones que vuelan hacia el norte–  y 14 sobre detectores de radiación. Así, el esfuerzo de preparación del examen es improductivo en alto grado para aquellos que acceden a la formación especializada.

Otra de mis preocupaciones es la calidad de los pocos puestos de trabajo disponibles para los especialistas que terminan ahora su formación. Naturalmente, la situación del mercado laboral es delicada; sin embargo, no todos los problemas pueden achacarse a esto. Por ejemplo, en la empresa privada se ofrecen contratos con sueldos impropios de personas con el grado de formación alcanzado por los radiofísicos, sobre todo si se comparan con los de otros colegas de especialidades médicas; mientras que en los hospitales públicos se ofrecen contratos con reducción de jornada para conseguir otro tanto. Además, se han producido bastantes despidos en los últimos tiempos y creado vacantes que están cubriéndose de facto en algún caso con personas que no son especialistas, particularmente en el área de radioterapia. Una situación semejante sería inadmisible para los especialistas médicos.

Finalmente, el estatus del que presumía como radiofísico andaluz está a punto de cambiar si nada lo impide: se está planteando la integración de los radiofísicos en las unidades de oncología. El solo enunciado de esta idea es, o bien una necedad manifiesta, o bien el anuncio de la fragmentación de los radiofísicos en dos grupos: los que se dedican a la radioterapia y los que se dedican al resto de funciones de un especialista de su área. Si bien esto ya es así en muchos lugares y desde hace mucho tiempo, no se trata de una situación deseable.

Creo, en definitiva, que hay muchas amenazas para la profesión que merecen ser atendidas con urgencia. Al fin y al cabo, la especialidad será lo que queramos y peleemos para que sea o menos, nunca más.

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