El extraordinario Leonardo

Sumario:

Dedico el post de hoy a hablarte de una persona extraordinaria, Leonardo da Vinci. Creo que es un tema pertinente en este blog, ya que tú también eres una persona extraordinaria. Si no, no estarías aquí, leyendo Desayuno con Fotones. Leonardo nació en una pequeña ciudad de la Toscana, llamada Vinci. Te parecerá previsible, evidente, […]

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Dedico el post de hoy a hablarte de una persona extraordinaria, Leonardo da Vinci. Creo que es un tema pertinente en este blog, ya que tú también eres una persona extraordinaria. Si no, no estarías aquí, leyendo Desayuno con Fotones.
Leonardo nació en una pequeña ciudad de la Toscana, llamada Vinci. Te parecerá previsible, evidente, de cajón, vamos. Pues olvídate de lo obvio, lo notorio y de todo lo demás, porque a partir de aquí, todo lo que te voy a contar es, como poco, extraordinario.

Fue extraordinario el periodo en que vivió: el “Renacimiento”. Él estaba allí cuando las imprentas empezaban a funcionar. Nació con la caída de Constantinopla y vivió el “descubrimiento” de América. En el norte de Italia, el espectacular crecimiento del comercio hizo bascular el poder de la nobleza y la iglesia a la burguesía. Y en el resto de Europa, nacieron las monarquías absolutas que iban a asolar el mundo durante los siglos siguientes. Aunque los cambios más extraordinarios se produjeron en el pensamiento religioso y científico: el concepto del mundo cambió radicalmente gracias a pensadores como Copérnico, Kepler o Galileo. Leonardo se vio envuelto en el germen de esta revolución. El mundo volvía a contemplar al ser humano como Protágoras en la Grecia clásica, como “la medida de todas las cosas”.
El nacimiento de Leonardo (1452) tampoco iba a ser cosa corriente. Caterina, probablemente una esclava de Europa del Este, trajo al mundo al que sería “Leonardo di ser Piero da Vinci”, en Anchiano, una aldea no demasiado extraordinaria perteneciente a Vinci. Su padre era de clase pudiente, como supondrás por el tratamiento “(Mes)ser Piero”, un notario de la ciudad que no llegó a unirse en matrimonio con Caterina y Leonardo vivió los primeros años de su vida en aquella aldea, libre y salvaje.
En cierto modo, continuaría así toda su vida. Pero, a los cinco años, se le terminó lo de matar lagartijas y se mudó a la ciudad con su padre, su abuelo y su tío. Menudo plan. Piero, demostrando que en realidad no tenía nada en contra del matrimonio siempre que no fuese con una esclava, había optado por casarse con una niña de dieciséis años. Desafortunadamente, la pobre murió joven dejando a su “padre sin descendencia”.
Igual para aprovechar el ajuar, el Messer volvió a casarse. La segunda madrastra de Leonardo, que casi era de su misma edad, tampoco pudo llenar con hijos la casa del notario. No obstante él insistió y como a la tercera va la vencida, Leonardo tuvo seis hermanos de su tercera madrastra. Y otros tantos de la cuarta. Y todos ellos mucho menores que él. ¿A que te empieza a parecer un poco más extraordinario cada vez?
Según su documentación, Leonardo se hizo cargo de la manutención de su madre, al menos entre 1493 y 1495, y de los gastos de su funeral. Parece que continuó en contacto con ella. Poco contacto tuvo, sin embargo, con sus hermanos Antonio, Juliani, Magdalena, Lorenzo, Violante, Domenico, Margherita, Benedetto, Pandolfo, Guglielmo, Bartolomeo y Giovanni. Al menos, hasta que hubo que repartir la herencia de su padre, que fue un mal asunto, ya te digo.
Pero volvamos a lo extraordinario, porque Leonardo fue un pintor, y casi lamento insistir, extraordinario. Creo no fue por vocación, ni por su especial destreza. Yo creo que para que no anduviese zascandileando por la casa, su padre lo envió como “garzone”, o sea, de R1, al taller de Andrea Verrocchio en Florencia. ¡Eh!, que no era un taller del tres al cuarto. Leonardo ingresó el mismo año en que murió el maestro del taller, un tal Donatello, y contó en su alineación titular con Leonardo y Botticelli ¡juntos! Los aprendices hacían gran parte del trabajo. Un día, henchido de generosidad, Verrocchio permitió a Leonardo pintar el rostro del ángel que sujeta la ropa de Jesús en el cuadro del Bautismo de Cristo. Dicen que al verse tan claramente superado por su discípulo, Verrocchio “dejó caer su pincel” y no volvió a pintar jamás. Pensarás que se ha exagerado la anécdota, y no te digo que sea así, pero, mira el cuadro e imagínate el cuerpo “jotero” que se le debió quedar al maestro.

Las quince pinturas de Leonardo que han sobrevivido seguro que son suficientes para veas que derrochaba talento. Aún así no era demasiado popular. En su contra: era un espíritu libre y le resultaba difícil terminar las obras que se le encargaban. Además tenía mucha competencia, Botticelli era el favorito de los Medici y Ghirlandaio o Perugino tenían talleres muy prolíficos. Que fueran estos tres los llamados para la prestigiosa tarea de adornar las paredes de la Capilla Sixtina debió de ser un palo para él. Pero no creas que eso le hizo cambiar de actitud. Según está documentado, pintando la Última Cena, la falta de constancia de Da Vinci provocaba las iras y broncas del prior del monasterio. Dicen que Leonardo le compensó inmortalizando su la cara en el rostro de Judas. ¡Genial! Esta obra plasma el momento en el que Jesús anuncia los apóstoles que esa noche “ya sabes quién” le traicionará y por eso están agrupados de tres en tres, murmurando, mientras Jesús permanece ausente, pensando en lo que había para cenar en casa.
Otro de sus cuadros es uno de los más visitados, imitados, parodiados o reproducidos en la historia la pintura. La Mona Lisa, 1503, o Gioconda, que significa la alegre. Su sonrisa es enigmática y elusiva. Leonardo sabía por sus estudios de la anatomía humana y de la luz que podía conseguir ese efecto que nos hipnotiza difuminando las comisuras de los labios y las sombras de los ojos. El cuadro es un desafío y rompe con los cánones de la pintura del momento. Por ejemplo, los ojos y las manos resplandecen sin competencia de los detalles del fondo que permanecen difuminados en segundo plano.

Una anécdota: Vasari, el biógrafo de cabecera de Leonardo habla del color de las cejas de la Mona Lisa, pero, fíjate bien: ¡No tiene! Con escáneres de alta resolución se ha podido comprobar que no sólo tenía cejas sino también pestañas. Leonardo se las quitó. ¿Te parece interesante? No eres la única persona que se ha interesado por la Gioconda. Ha inspirado a Botero, Dalí o Andy Warhol, incluso Sapeck en “le rire” la pintó fumando en pipa. Toda una influencer.

Leonardo cambió la forma de pintar de los que le siguieron. Fue un extraordinario pintor, pero de chiripa, y podría haber sido un extraordinario científico, médico, ingeniero o taxidermista. Bueno, esto último no sé, pero sigue leyendo y puede que veas que no voy desencaminado del todo.
Durante el renacimiento, ciencia y arte se complementaban y Da Vinci es el paradigma de esa extraordinaria simbiosis. Te pondré un ejemplo: Lorenzo de Médici gobernaba Florencia y contaba con los servicios de Leonardo en una de sus academias de arte. Éste había construido una lira de plata con forma de cabeza de caballo i el Médici pensó que haciéndole la pelota a Ludovico Sforza “il Moro”, Duque de Milán, se aseguraría la paz con él, así que envió a Leonardo con la lira debajo del brazo para que se la regalara. Ludovico quedó tan impresionado que ofreció trabajo a Leonardo como arquitecto militar e ingeniero. Da Vinci había sido acusado de sodomía, que era ilegal en la Florencia renacentista del 1476 y en Florida cuando salió Windows 98. Eso, y que no fuera seleccionado para decorar la capilla Sixtina, debió de ser suficiente para querer cambiar de ciudad y de gremio. La fama que se ganó allí le permitió trabajar también de ingeniero en Venecia o Roma. Y cuando Francia se hizo con el dominio del Norte de Italia, Leonardo recibió el encargo del Rey Francisco I, en principio para fabricar un león mecánico que pudiera caminar, abrir las mandíbulas, enseñar los dientes… Sin embargo, acabó convirtiéndose en una persona muy querida para el rey.
Lo que nos ha llegado de Leonardo incluye un extraordinario número de invenciones, unas prácticas y otras inviables. Hay instrumentos musicales, caballos mecánicos, ingenios voladores, bombas hidráulicas, cañones de vapor o molinos de agua. Un documental de la televisión pública americana, Leonardo´s Dream Machines, ha comprobado que algunos podían funcionar sin variaciones o con modificaciones sencillas. Gran parte de lo que sabemos de Leonardo fue escrito por él mismo en 20 códices, cada uno de cientos de valiosas páginas llenas de notas, dibujos, diagramas científicos y pensamientos suyos. Todo lo que se le pasaba por la cabeza se ha conservado primorosamente dibujado y exhaustivamente explicado. Pero escrito al revés. Sí, como la palabra “AMBULANCIA”, pues 2000 páginas así. Lo pasaremos por alto porque sus escritos parecen organizados para ser publicados, algo que nunca ocurrió durante su vida. La paradoja es que luego han sido estudiados a fondo durante años. El enfoque de Leonardo era mayoritariamente observacional. Él intentaba entender un fenómeno describiéndolo con el mayor detalle posible, en vez de plantear experimentos o explicaciones teóricas.

Le interesaba el cuerpo humano. ¿Y a quién no? Así que realizó un estudio sobre las proporciones humanas y dibujó el hombre vitruviano, un icono de la ciencia con ocho extremidades. Uno de sus biógrafos cuenta como Leonardo podía perseguir a una persona por toda la ciudad solamente porque los rasgos de su cara le habían parecido interesantes, por sus deformidades o síntomas de enfermedad.

Consiguió permiso para diseccionar cadáveres y, como quien no quiere la cosa, realizó 240 dibujos detallados, pulcramente descritos, sobre la anatomía humana. Realizó la primera descripción científica del apéndice, los músculos del cérvix o de un feto dentro del útero. Definió la arterioesclerosis y la cirrosis hepática.

Sus estudios sobre músculos y huesos te podrían sonar a biomecánica. Y te sonará a anatomía comparada pero es que también diseccionó diferentes animales contrastando lo que iba aprendiendo con la anatomía humana. Sus descripciones y nomenclaturas estaban extraordinariamente avanzadas a su tiempo y, si se hubieran publicado, habrían supuesto un gran avance para la medicina. Pero podríamos decir lo mismo para la geología, la botánica, la cartografía, la hidrodinámica, la geometría o la ingeniería de puentes o de máquinas de guerra. Cuando Leonardo fue acusado de necrofilia, debió sentirse totalmente incomprendido.
Con justicia, Da Vinci ha sido aclamado repetidamente como el genio más grande que jamás haya vivido. Es muy popular, ahora. Aparece en Star Trek, Futurama, Family Guy o Los Simpson y una Tortuga Ninja lleva su nombre. Hasta una de sus máquinas voladoras aparece en un vídeo musical de Red Hot Chili Peppers.
Sin embargo, en sus tiempos no tenía tantos fans. Leonardo era diferente a sus contemporáneos y veía el mundo de una manera radicalmente distinta, más parecido a como tú lo ves. Además de escribir al revés, Da Vinci era zurdo, vegetariano y acostumbraba a comprar pájaros en los mercados sólo para disfrutar del placer de liberarlos de ir a parar a la sartén. Se ha especulado mucho sobre su vida privada o su sexualidad. Pero resulta irrelevante cuando estamos hablando de un hombre que, no habiendo sido solamente pintor, forma parte de los gigantes del Renacimiento con Rafael y Miguel Àngel. Fue peculiar hasta en su última voluntad, y sesenta mendigos acompañaron su cortejo fúnebre. Fue enterrado en la discreta capilla de San Huberto, en el Castillo de Amboise, aunque ahora se encuentra vacía, debido a que fue profanada durante la revuelta de los Hugonotes.
No puedo imaginar cómo sería que Leonardo da Vinci estuviera aquí, pero seguro que disfrutaría leyendo Desayuno con Fotones.

BONUS TRACK:
Recordarás que hace unos meses un “Salvator Mundi” se vendió por la mayor suma de dinero nunca ofertada por un cuadro. Pues probablemente te sorprenderá que el cuadro fue atribuido a Leonardo Da Vinci según Nicholas Hall de la galería Christie’s con, literalmente, “un consenso extraordinario”. Lo dicho, extraordinario.

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