Desayuno con protones

Sumario:

El desayuno de hoy no va a ser con fotones, sino con protones. Es un poco más pesado,  lo reconozco, pero siempre se ha dicho que esta comida debería ser la más importante del día.  Y, sinceramente, espero no sólo que se digiera con facilidad, sino que sirva para que nos vayamos familiarizando y cogiéndole […]

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El desayuno de hoy no va a ser con fotones, sino con protones. Es un poco más pesado,  lo reconozco, pero siempre se ha dicho que esta comida debería ser la más importante del día.  Y, sinceramente, espero no sólo que se digiera con facilidad, sino que sirva para que nos vayamos familiarizando y cogiéndole el gustillo a estas partículas que conocimos en nuestra época de estudiantes y que, ya como profesionales de la Física Médica, se nos presentan como algo tan exótico como una geisha y tan inalcanzable en estos tiempos de penuria en inversión sanitaria, como que la plantilla de radiofísicos supere a la de radioterapeutas, o que el Betis gane la Champions.

Pero no ocurre igual en el resto del mundo, ni siquiera en el resto de Europa. Si echamos un vistazo a la distribución de centros de hadronterapia en el mundo (http://ptcog.web.psi.ch/ptcentres.html) podemos ver que existen varias instalaciones de estas características en el viejo continente. Y no sólo en países que podríamos considerar ricos (Francia, Alemania, Reino Unido), sino en algunos que podríamos considerar de nivel económico similar al nuestro (Polonia, República Checa, Italia, etc).

Hay varias razones que justifican estas diferencias. En primer lugar, el desarrollo de la Física Nuclear experimental en Europa, fundamentalmente en los años 50 y 60, dejó algunos aceleradores que, una vez agotadas las posibilidades de este campo en favor de la Física de partículas, fueron adaptados a la terapia y aún hoy continúan prestando servicio clínico. Pero aquéllos años no fueron muy gloriosos en España en el campo de la investigación, y la Física no fue una excepción. Así pues, no hubo nada que reciclar en nuestro país para estos fines. Más tarde, cuando empezamos a hacernos un sitio dentro del panorama investigador y llegaron tiempos de bonanza económica, se produjo paralelamente un afán incontrolado e hiperpolarizado hacia las obras públicas, algunas justificadas, otras no tanto. Uno de los resultados de este descontrol fue que se construyeron cientos de kilómetros de autovías, algunas de las cuales se asemejaban totalmente a las normales salvo que -parafraseando a Antonio Muñoz Molina- no circulaban coches por ellas.

Y, ya que estamos con las autovías, no está de más decir que una unidad compacta para terapia con protones, con haz barrido y gantry giratorio cuesta más o menos lo que un par de kilómetros de autopista. No habría estado mal que alguna mente preclara del Ministerio de Sanidad hubiera llegado a un acuerdo con alguna otra del de Fomento para instalar una unidad de estas características. Pero lo más aproximado a un posicionamiento de la Administración en este sentido es una alusión contenida en el documento Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud de 2006, donde se  dice que el Sistema Nacional de Salud determinará “uno o varios” centros de referencia para ciertos procedimientos, entre ellos el tratamiento con protones e iones de carbono. Hasta hoy. A su vez, por parte de la Junta de Andalucía, su Plan Integral de Oncología no prevé esta opción y la Consejería de Salud considera que “la baja frecuencia de los tumores candidatos a este abordaje hace ineficiente un proyecto de este tipo”.

Pero no se trata de acometer una obra faraónica como la del DKFZ de Heidelberg, sino de dotar a la Sanidad española de una herramienta que ha demostrado que puede ser tremendamente eficaz en el tratamiento del cáncer, sobre todo en situaciones en las que las opciones terapéuticas son limitadas y la radioterapia convencional presenta riesgos inaceptables para el paciente. Estos casos incluyen tumores oculares y cerebrales, cercanos al tronco cerebral o a la médula, próstata, pulmón e hígado y, de forma especial debido a los efectos secundarios que pudieran producirse a largo plazo, numerosos escenarios en oncología pediátrica.

Evidentemente, este es un asunto que debe estudiarse con detenimiento atendiendo a aspectos diversos que van desde la elección del sistema más apropiado, hasta el emplazamiento geográfico, pasando por la constitución de un equipo tan multidisciplinar como exige un uso eficiente de una instalación de estas características.

Sin embargo, en mi opinión, desde el punto de vista científico, las condiciones que se dan en estos momentos en España aseguran que se ha alcanzado la masa crítica de profesionales que deberían estar implicados en este proyecto y por tanto, que una iniciativa en este sentido obtendría resultados eficientes, aunque es conveniente no perder de vista que la eficiencia en materia de sanidad debería siempre emplear unos patrones más sociales que económicos.

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